Más que una molécula
Dos átomos de hidrógeno
unidos mediante un enlace covalente polar a uno de oxígeno, ¿Nada
complicado, verdad? ¿Qué hay de especial en la unión de dos de los
elementos más comunes del universo? Mucho, diría yo.
Tomemos por ejemplo a ese
diminuto punto azul pálido, el tercero de los ocho planetas que
orbitan esa ordinaria estrella tipo G2 V ubicada en la orilla de una
de las tantas galaxias de espiral. La superficie de ese planeta
rocoso está cubierta en un 70% por billones de estas unidades
moleculares a la que la especie humana llama gustosamente “agua”,
ahí el agua se ha aliado con la química orgánica para dar sustento
a una inmensa diversidad de formas vivientes. En este pequeño
planeta ocurre algo interesante; todos los días la radiación
electromagnética proveniente del “sol” viaja ocho minutos luz
(144,000,000 km) y penetra en la atmósfera terrestre, una parte de
esta radiación queda retenida en la masa gaseosa, pero la que logra
llegar a la superficie aporta la energía necesaria para que las
moléculas de agua que se encuentran en los océanos, mares, ríos y
lagos se agiten, se revuelvan y finalmente se separen, cuando esto
sucede algunas moléculas de agua consiguen realizar una hazaña
asombrosa: se desprenden de sus compañeras y se elevan al cielo,
esta transformación de estado líquido a gaseoso logra vencer la
atracción gravitacional momentáneamente, luego conforme se eleva,
este vapor se enfría y las moléculas que han sobrevivido al viaje
–como si se tratara de un batallón en medio de la guerra– se
agrupan, se condensan, forman nubes y, dependiendo de la temperatura
a la que se encuentren se transforman nuevamente en líquido o en
sólido, como su masa ya es lo suficientemente grande las moléculas
se rinden ante la gravedad y se precipitan de forma intrépida de
regreso a la superficie, la lluvia ha nacido.
Este elegante ciclo es de
vital importancia para los seres vivos de aquel planeta, después de
todo ellos han evolucionado para necesitar agua ¿Hasta qué punto la
presencia del agua condicionó la adaptación de las especies que ahí
habitan? O ¿Hasta qué punto los seres vivos han modificado la
dinámica del ciclo hidrológico? No lo sé, pero el resultado es
impresionante.
En mi planeta también solía
llover mucho, pero ya ni siquiera recuerdo cuando fue la última vez
que una gota de lluvia acarició mi rostro; hicimos un pésimo
trabajo administrando los recursos naturales y llevamos nuestro
planeta a un calentamiento global que alteró por completo la
dinámica de nuestros ecosistemas y evaporó nuestros océanos. Para
nosotros ya es demasiado tarde, mientras escribo estas líneas mi
especie se autodestruye, y si no lo hace, el cambio climático sin
duda alguna cobrará el precio de nuestra irresponsabilidad.
Espero que la especie humana
sepa valorar la inmensa belleza que yace resguardada en cada diminuta
gota de lluvia… Porque el agua, es más que una molécula.
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